viernes, 27 de enero de 2012

4079, EL AÑO DEL DRAGÓN 

Por Óscar Wong

Empieza a perfilarse el dragón de agua, puesto que el 23 de enero inició el año 4079, dedicado a esta imagen fabulosa. El dragón es signo de abundancia, fertilidad (la misma fuerza de la naturaleza, representada por los 5 elementos). Personifica abundancia, fertilidad. Es renovador de la energía vital (“chi”) y por lo tanto sacudirá con fuerza todo lo que debe removerse, acaso por ello algunos augures pronostican catástrofes, debacle económica y política incluso. Hay quienes añaden el fin del mundo a finales del año 2012 (aunque el ciclo del dragón de agua, preciso, concluirá el 9 de febrero del 2013, año destinado a la serpiente, considerada como un bebé dragón). Conviene recordar que un nacimiento involucra dolor y alegría, pero en el fondo todo se vuelve positivo. Así pues, no hay que temer al dragón, porque aunque es símbolo de fuego, primordialmente, el agua aplacará esa furia.
Este mítico icono fue adoptado en China desde lejanos tiempos como emblema del Este y tal adopción podría constituir un reconocimiento al lugar de su origen. Según mis ancestros chinos, esa legendaria bestia originalmente fue un tótem entre los pescadores de la costa oriental del continente. No debe asombrar que el mito surgiera en una tribu de marinos, quienes desde tiempos pretéritos advertían un presagio de tormenta al observar las nubes alargadas, rasgadas por el viento, en lo alto de un cielo claro (si alguien con imaginación contempla tales nubarrones, notará que son verdaderos dragones volando velozmente por el firmamento). Las lluvias torrenciales y los vientos inclementes indicaban que esos reptiles alados de la víspera arrastraron tras de sí la tempestad. “Y, ¿qué puede hacer una tribu primitiva con un ser tan poderoso como para disponer de nuestras vidas, que no sea reverenciarlo como a un dios?”, se preguntan los redactores del No. 49 de la Gaceta de la Comunidad China de México (enero-febrero de 1988).
La misma publicación destaca que en 1115 a. C., Zhou Gong Dan, hermano menor de Wu Wang fundador de la dinastía Zhou del Este, y por tanto tío de Cheng Wang, el nuevo emperador, marcha al oriente para sofocar la rebelión de Wu Geng, hijo del emperador de la dinastía Shang, y ampliar los dominios de la antigua China. Después de tres años vuelve victorioso a la capital y trae el nuevo conocimiento de un animal sobrenatural, valioso para el pueblo campesino, capaz de acarrear la lluvia y hacer las tierras productivas: el dragón. Paulatinamente la gente empieza a olvidar a Fei Lian, el Conde del viento, a quien anteriormente le pedían la lluvia. El dragón fue tomando símbolo de poder y grandeza; representa las mejores virtudes del hombre, por eso a partir de la dinastía Ming los emperadores fueron considerados “hijos del cielo” (dragones con forma humana) y la elegante figura de esta fabulosa criatura se convirtió en el signo de identificación de China, la más vasta y antigua cultura del mundo y del más poderoso imperio del medioevo.
En el libro Dragones (Skiros, Méx., 2009), D. J. Conway explica que esta figura es representada como serpientes enormes (sin alas y con alas); muestran dos o cuatro patas, con colas puntiagudas en forma de punta de flechas. Algunas historias agregan cuernos enroscados, otros, antenas largas como las de las polillas; en el ámbito occidental, la palabra dragón proviene de la palabra griega drakon y del latín draco. “Drakon proviene de un verbo que significa ver, observar o, posiblemente, destellar.” (Conway, op. cit.: 11). La escritora continúa analizando esta relevante figura mítica:
En la astronomía, la antigua constelación de Draco está en los cielos del norte y se tuerce en un patrón curvo entre la Osa Menor y la Mayor. Termina en la Cabeza del Dragón, un trapezoide de cuatro estrellas. La estrella Draconis es una doble estrella brillante. La constelación probablemente ha cambiado durante los milenios y pudo haber sido una vez la estrella polar con la cual estaba alineada la pirámide de Keops”. (op. cit.: 19). Además comenta la autora que esta figura también está ligada a la alquimia (la materia, el cuerpo físico) y al inconsciente (según Jung los alquimistas imaginaban al dragón alado como hembra: el dragón de agua personificaba el yang abrazando al yin, como crecimiento espiritual equilibrado). En el simbolismo taoista chino –precisa Conway–, el dragón era visto como “el Camino”, es decir, el portador de cambios eternos. A menudo era representado como el guardián de la Perla Ardiente, o la perfección espiritual. Joseph Campbell también habla del dragón o serpiente alados como el equilibrio entre la Tierra y el Espíritu. Para los chinos, el dragón era un poderoso símbolo de la suerte y el poder. Se usaban amuletos de plata en forma de dragones para obtener estas cualidades” (Dragones: 17).
La autora norteamericana, de ascendencia irlandesa-germana con raíces indígenas, exterioriza que el dragón con patas se asocia con la creación o con el acto de generar vida. “En todo el mundo se relaciona a la Diosa o Gran Madre con serpientes, dragones y espirales. Como el gran dragón ballena, Ishtar, que causó la inundación catastrófica que hizo posible que se desarrollara un nuevo orden de seres humanos. Tiamat de Mesopotamia era la dragona creadora Madre de cuyo cuerpo surgió el cielo y la Tierra. En todo el mundo, los dragones y las serpientes son símbolos de la fuente de energía de la vida, la sanación, los poderes proféticos, la fertilidad y la bendición maternal” (op. cit.: 19). Conway recuerda que H, P. Blavatsky expone en sus libros que el animal del cual nos ocupamos es un signo muy antiguo de la Luz Astral o el Principio Primordial. Esto significa que en el caos siempre hay sabiduría, incluso si la gente no puede verla. El dragón representa además la regeneración psíquica y la inmortalidad. “Quizás las historias que insistían en que los dragones tenían debilidad por las vírgenes simplemente significaban que la búsqueda de la sabiduría y la verdadera inocencia del espíritu eran rasgos que atraían a los dragones” (op. cit., ibid.).
“En algunas culturas, a los iniciados se les llamaba dragones o serpientes. Los sacerdotes de Egipto y Babilonia se hacían llamar los Hijos del Dios Serpiente o los Hijos del Dragón. Incluso los druidas de los celtas hablaban de ellos como serpientes”. El tema también es abordado por Anne Baring y Jules Cashford en El mito de la diosa (Méx., 2005). Por supuesto que el dragón no puede ser catalogado como maligno, pese a que su figura fue anatemizada por la Iglesia judeocristiana en un intento por acabar con las antiguas creencias, con la antigua sabiduría de la diosa Madre. Muchas deidades y símbolos ancestrales también fueron vinculados con el demonio (llamándolo Dragón), incluso el dios Pan y el dios Cernnunos fueron señalados como Satán.
Pero, qué ocurre con la Poesía en este año del dragón? Recordemos, en principio, los orígenes de la poesía como secreto extraviado o rito antiguo, ancestral, experiencia y testimonio ante la hoguera, recuerdo de una fe olvidada, derrumbada por la hostilidad del universo que nos circunda. Solitario inadaptado, el poeta es la fiera que acosa al rebaño. A veces, hace estragos en el redil, aunque no es por hambre, sino porque ama la libertad y la soledad le pesa como castigo. El Poeta, con su obra, revela que es peligroso dormir sin soñar, por eso desata el terror y limpia los pecados del mundo con la sangre del cordero, como sugiere Gonzalo Arango. En este ceremonial terrible, el Poeta es, también, Adán en el primer día del mundo, el druida con su bastón de mando, ordenando a la naturaleza.
El vidente, el sabio, el vate; el mago, el hechicero develando los secretos de la existencia. He aquí la imagen del Juglar que surge de esa concepción mágica tan para los mitógrafos. Y es que no se puede concebir al Rapsoda de otra manera. Robert Graves explica dos clases de pensamientos que ocurren en la poesía: el proléptico (considerado memoria del futuro, instinto o intuición) y el analéptico (recuperación de acontecimientos perdidos); es evidente que en el acto poético se suspende el tiempo y con frecuencia se recuperan detalles de la experiencia futura, con lo cual se explica la presencia de la Mnemosine o Memoria. Producto del singular matrimonio entre el Cielo y la Tierra, el Hombre deviene en espíritu terrenal, una entidad anómala que evoca con frecuencia sus orígenes divinos, aunque tenga bien asentados los pies sobre la Tierra. Esta contradicción explica a todos los seres sensibles, con lo cual el artista se vuelve un ser privilegiado. Su función social consiste en cantar una historia, trastocar el mundo, revertirlo. Develarlo. Husmear, hurgar, expresar lo más turbio o lo más angelical de la humanidad. Octavio Paz explica que el Poeta es una criatura caminando con los ojos vendados a la orilla del abismo (Véase El arco y la lira, Méx., 1970, 1ª. reimp.).
Siempre en situaciones límites, el artífice, el hombre sensible se aparta de la normalidad y desafía riesgos y peligros. Seguramente por ello una tríada irlandesa del siglo XIII destaca esta sentencia: “Es mortal mofarse de un poeta, amar a un poeta, ser un poeta” (Cf. Robert Graves, La diosa blanca, Barcelona, 1986). La Poesía es Revelación, sensibilidad, emoción. Pero también es producto de la inteligencia. En este equilibrio reside, justamente, su peculiaridad y energía, su dinámica interna: la Poesía no puede concebirse como el simple ejercicio escritural, aunque para llegar a ella se tenga que partir de la Palabra. Una condición adámica: designar a las cosas, proclamar las emociones. Y aquí es prudente insistir en otro principio mítico: el mundo es creación lingüística. Con la Palabra se hicieron los mundos, con la Palabra oramos, bendecimos, amamos. La Poesía es bendición, un buen decir. Lo contrario es adentrarse en territorios oscuros, es descender, precipitarse a los abismos. El Poeta no es ese ángel caído, aquel dios oscuro despeñado a las regiones densas, groseras, de la terrenalidad, aún cuando Huidobro recuerde su viaje en paracaídas, su descenso a la Tierra (Cf. Altazor, Barcelona, 1931.).
El Poeta descubre una nueva existencia a través de la emoción profunda, y la revela -es decir, instaura la contemplación, según Heidegger- con todos los medios verbales posibles; esta es su función social (si queremos utilizar esta expresión más usual para los lectores); por ende, se considera que la Poesía, la literatura por extensión, constituye una refiguración de la realidad, sobre todo si se parte del concepto de lo particular, según la antigua estética marxista (Lukács, principalmente) denominada ahora ideológica. El verso, ciertamente, es el sonido armónico con significado. La cadencia rítmica se consigue con la acentuación, las pausas y cesuras, los encabalgamientos. El Silencio habla en Poesía, representa, instaura, funda una imagen sonora con un valor determinante.
El Poeta expresa reminiscencias emocionales a través de la Palabra, develando lo que a los ojos profanos puede parecer oscuro e impenetrable. Sonido, representación, significado: las palabras como entidades sonoras: símbolos, recuerdos compartidos. Nombrar, después de todo, es el primer gesto creativo. Por lo mismo, el Poema no es el simple conjunto de líneas resonantes, sino un estado de ánimo profundo, una imagen develadora que condensa la conducta cotidiana. Es decir, entramos en el ámbito de la Revelación. Pensamiento emocional, vivencia exaltada y cántico significado asumiendo un valor, una categoría universal. Es evidente que en este orden de ideas el símbolo no es más que una calidad, un suceso con un valor primario único, absoluto, pero que parte de la causalidad natural y se carga de significados múltiples.
Los mitos, por supuesto, involucran a la Creación Poética. Por lo mismo, el conde del viento o Fei Lian; para mí es un elemento substancial no sólo en mi poesía sino en la vida cotidiana. El viento me remite al hálito cósmico, al espíritu celestial, a los ocho trigramas que aparecen combinados en el I Ching de mis ancestros. Es esa dimensión donde se esparce la voz poética, donde surge la Luz (“para cantar escucho el ritmo lento del silencio,/ para amar me sumerjo en el vacío”, dije en su momento). Recordemos, en principio, los orígenes de la Poesía como secreto extraviado o rito antiguo, ancestral, experiencia y testimonio ante la hoguera, recuerdo de una fe olvidada, derrumbada por la hostilidad del universo que nos circunda. Después de todo, reconozco que “yo desperté a la serpiente,/ yo vi temblar al unicornio,/ yo desaté al dragón enfurecido”.

miércoles, 25 de enero de 2012

4079, EL AÑO DEL DRAGÓN

Por Óscar Wong


Empieza a perfilarse el dragón de agua, puesto que el 23 de enero inició el año 4079, dedicado a esta imagen fabulosa. El dragón es signo de abundancia, fertilidad (la misma fuerza de la naturaleza, representada por los 5 elementos). Personifica abundancia, fertilidad. Es renovador de la energía vital (“chi”) y por lo tanto sacudirá con fuerza todo lo que debe removerse, acaso por ello algunos augures pronostican catástrofes, debacle económica y política incluso. Hay quienes añaden el fin del mundo a finales del año 2012 (aunque el ciclo del dragón de agua, preciso, concluirá el 9 de febrero del 2013, año destinado a la serpiente, considerada como un bebé dragón). Conviene recordar que un nacimiento involucra dolor y alegría, pero en el fondo todo se vuelve positivo. Así pues, no hay que temer al dragón, porque aunque es símbolo de fuego, primordialmente, el agua aplacará esa furia.

Este mítico icono fue adoptado en China desde lejanos tiempos como emblema del Este y tal adopción podría constituir un reconocimiento al lugar de su origen. Según mis ancestros chinos, esa legendaria bestia originalmente fue un tótem entre los pescadores de la costa oriental del continente. No debe asombrar que el mito surgiera en una tribu de marinos, quienes desde tiempos pretéritos advertían un presagio de tormenta al observar las nubes alargadas, rasgadas por el viento, en lo alto de un cielo claro (si alguien con imaginación contempla tales nubarrones, notará que son verdaderos dragones volando velozmente por el firmamento). Las lluvias torrenciales y los vientos inclementes indicaban que esos reptiles alados de la víspera arrastraron tras de sí la tempestad. “Y, ¿qué puede hacer una tribu primitiva con un ser tan poderoso como para disponer de nuestras vidas, que no sea reverenciarlo como a un dios?”, se preguntan los redactores del No. 49 de la Gaceta de la Comunidad China de México (enero-febrero de 1988).

La misma publicación destaca que en 1115 a. C., Zhou Gong Dan, hermano menor de Wu Wang fundador de la dinastía Zhou del Este, y por tanto tío de Cheng Wang, el nuevo emperador, marcha al oriente para sofocar la rebelión de Wu Geng, hijo del emperador de la dinastía Shang, y ampliar los dominios de la antigua China. Después de tres años vuelve victorioso a la capital y trae el nuevo conocimiento de un animal sobrenatural, valioso para el pueblo campesino, capaz de acarrear la lluvia y hacer las tierras productivas: el dragón. Paulatinamente la gente empieza a olvidar a Fei Lian, el Conde del viento, a quien anteriormente le pedían la lluvia. El dragón fue tomando símbolo de poder y grandeza; representa las mejores virtudes del hombre, por eso a partir de la dinastía Ming los emperadores fueron considerados “hijos del cielo” (dragones con forma humana) y la elegante figura de esta fabulosa criatura se convirtió en el signo de identificación de China, la más vasta y antigua cultura del mundo y del más poderoso imperio del medioevo.

En el libro Dragones (Skiros, Méx., 2009), D. J. Conway explica que esta figura es representada como serpientes enormes (sin alas y con alas); muestran dos o cuatro patas, con colas puntiagudas en forma de punta de flechas. Algunas historias agregan cuernos enroscados, otros, antenas largas como las de las polillas; en el ámbito occidental, la palabra dragón proviene de la palabra griega drakon y del latín draco. “Drakon proviene de un verbo que significa ver, observar o, posiblemente, destellar.” (Conway, op. cit.: 11). La escritora continúa analizando esta relevante figura mítica:

En la astronomía, la antigua constelación de Draco está en los cielos del norte y se tuerce en un patrón curvo entre la Osa Menor y la Mayor. Termina en la Cabeza del Dragón, un trapezoide de cuatro estrellas. La estrella Draconis es una doble estrella brillante. La constelación probablemente ha cambiado durante los milenios y pudo haber sido una vez la estrella polar con la cual estaba alineada la pirámide de Keops”. (op. cit.: 19). Además comenta la autora que esta figura también está ligada a la alquimia (la materia, el cuerpo físico) y al inconsciente (según Jung los alquimistas imaginaban al dragón alado como hembra: el dragón de agua personificaba el yang abrazando al yin, como crecimiento espiritual equilibrado). En el simbolismo taoista chino –precisa Conway–, el dragón era visto como “el Camino”, es decir, el portador de cambios eternos. A menudo era representado como el guardián de la Perla Ardiente, o la perfección espiritual. Joseph Campbell también habla del dragón o serpiente alados como el equilibrio entre la Tierra y el Espíritu. Para los chinos, el dragón era un poderoso símbolo de la suerte y el poder. Se usaban amuletos de plata en forma de dragones para obtener estas cualidades” (Dragones: 17).

La autora norteamericana, de ascendencia irlandesa-germana con raíces indígenas, exterioriza que el dragón con patas se asocia con la creación o con el acto de generar vida. “En todo el mundo se relaciona a la Diosa o Gran Madre con serpientes, dragones y espirales. Como el gran dragón ballena, Ishtar, que causó la inundación catastrófica que hizo posible que se desarrollara un nuevo orden de seres humanos. Tiamat de Mesopotamia era la dragona creadora Madre de cuyo cuerpo surgió el cielo y la Tierra. En todo el mundo, los dragones y las serpientes son símbolos de la fuente de energía de la vida, la sanación, los poderes proféticos, la fertilidad y la bendición maternal” (op. cit.: 19). Conway recuerda que H, P. Blavatsky expone en sus libros que el animal del cual nos ocupamos es un signo muy antiguo de la Luz Astral o el Principio Primordial. Esto significa que en el caos siempre hay sabiduría, incluso si la gente no puede verla. El dragón representa además la regeneración psíquica y la inmortalidad. “Quizás las historias que insistían en que los dragones tenían debilidad por las vírgenes simplemente significaban que la búsqueda de la sabiduría y la verdadera inocencia del espíritu eran rasgos que atraían a los dragones” (op. cit., ibid.).

“En algunas culturas, a los iniciados se les llamaba dragones o serpientes. Los sacerdotes de Egipto y Babilonia se hacían llamar los Hijos del Dios Serpiente o los Hijos del Dragón. Incluso los druidas de los celtas hablaban de ellos como serpientes”. El tema también es abordado por Anne Baring y Jules Cashford en El mito de la diosa (Méx., 2005). Por supuesto que el dragón no puede ser catalogado como maligno, pese a que su figura fue anatemizada por la Iglesia judeocristiana en un intento por acabar con las antiguas creencias, con la antigua sabiduría de la diosa Madre. Muchas deidades y símbolos ancestrales también fueron vinculados con el demonio (llamándolo Dragón), incluso el dios Pan y el dios Cernnunos fueron señalados como Satán.

Pero, qué ocurre con la Poesía en este año del dragón? Recordemos, en principio, los orígenes de la poesía como secreto extraviado o rito antiguo, ancestral, experiencia y testimonio ante la hoguera, recuerdo de una fe olvidada, derrumbada por la hostilidad del universo que nos circunda. Solitario inadaptado, el poeta es la fiera que acosa al rebaño. A veces, hace estragos en el redil, aunque no es por hambre, sino porque ama la libertad y la soledad le pesa como castigo. El Poeta, con su obra, revela que es peligroso dormir sin soñar, por eso desata el terror y limpia los pecados del mundo con la sangre del cordero, como sugiere Gonzalo Arango. En este ceremonial terrible, el Poeta es, también, Adán en el primer día del mundo, el druida con su bastón de mando, ordenando a la naturaleza.

El vidente, el sabio, el vate; el mago, el hechicero develando los secretos de la existencia. He aquí la imagen del Juglar que surge de esa concepción mágica tan para los mitógrafos. Y es que no se puede concebir al Rapsoda de otra manera. Robert Graves explica dos clases de pensamientos que ocurren en la poesía: el proléptico (considerado memoria del futuro, instinto o intuición) y el analéptico (recuperación de acontecimientos perdidos); es evidente que en el acto poético se suspende el tiempo y con frecuencia se recuperan detalles de la experiencia futura, con lo cual se explica la presencia de la Mnemosine o Memoria. Producto del singular matrimonio entre el Cielo y la Tierra, el Hombre deviene en espíritu terrenal, una entidad anómala que evoca con frecuencia sus orígenes divinos, aunque tenga bien asentados los pies sobre la Tierra. Esta contradicción explica a todos los seres sensibles, con lo cual el artista se vuelve un ser privilegiado. Su función social consiste en cantar una historia, trastocar el mundo, revertirlo. Develarlo. Husmear, hurgar, expresar lo más turbio o lo más angelical de la humanidad. Octavio Paz explica que el Poeta es una criatura caminando con los ojos vendados a la orilla del abismo (Véase El arco y la lira, Méx., 1970, 1ª. reimp.).

Siempre en situaciones límites, el artífice, el hombre sensible se aparta de la normalidad y desafía riesgos y peligros. Seguramente por ello una tríada irlandesa del siglo XIII destaca esta sentencia: “Es mortal mofarse de un poeta, amar a un poeta, ser un poeta” (Cf. Robert Graves, La diosa blanca, Barcelona, 1986). La Poesía es Revelación, sensibilidad, emoción. Pero también es producto de la inteligencia. En este equilibrio reside, justamente, su peculiaridad y energía, su dinámica interna: la Poesía no puede concebirse como el simple ejercicio escritural, aunque para llegar a ella se tenga que partir de la Palabra. Una condición adámica: designar a las cosas, proclamar las emociones. Y aquí es prudente insistir en otro principio mítico: el mundo es creación lingüística. Con la Palabra se hicieron los mundos, con la Palabra oramos, bendecimos, amamos. La Poesía es bendición, un buen decir. Lo contrario es adentrarse en territorios oscuros, es descender, precipitarse a los abismos. El Poeta no es ese ángel caído, aquel dios oscuro despeñado a las regiones densas, groseras, de la terrenalidad, aún cuando Huidobro recuerde su viaje en paracaídas, su descenso a la Tierra (Cf. Altazor, Barcelona, 1931.).

El Poeta descubre una nueva existencia a través de la emoción profunda, y la revela -es decir, instaura la contemplación, según Heidegger- con todos los medios verbales posibles; esta es su función social (si queremos utilizar esta expresión más usual para los lectores); por ende, se considera que la Poesía, la literatura por extensión, constituye una refiguración de la realidad, sobre todo si se parte del concepto de lo particular, según la antigua estética marxista (Lukács, principalmente) denominada ahora ideológica. El verso, ciertamente, es el sonido armónico con significado. La cadencia rítmica se consigue con la acentuación, las pausas y cesuras, los encabalgamientos. El Silencio habla en Poesía, representa, instaura, funda una imagen sonora con un valor determinante.

El Poeta expresa reminiscencias emocionales a través de la Palabra, develando lo que a los ojos profanos puede parecer oscuro e impenetrable. Sonido, representación, significado: las palabras como entidades sonoras: símbolos, recuerdos compartidos. Nombrar, después de todo, es el primer gesto creativo. Por lo mismo, el Poema no es el simple conjunto de líneas resonantes, sino un estado de ánimo profundo, una imagen develadora que condensa la conducta cotidiana. Es decir, entramos en el ámbito de la Revelación. Pensamiento emocional, vivencia exaltada y cántico significado asumiendo un valor, una categoría universal. Es evidente que en este orden de ideas el símbolo no es más que una calidad, un suceso con un valor primario único, absoluto, pero que parte de la causalidad natural y se carga de significados múltiples.

Los mitos, por supuesto, involucran a la Creación Poética. Por lo mismo, el conde del viento o Fei Lian; para mí es un elemento substancial no sólo en mi poesía sino en la vida cotidiana. El viento me remite al hálito cósmico, al espíritu celestial, a los ocho trigramas que aparecen combinados en el I Ching de mis ancestros. Es esa dimensión donde se esparce la voz poética, donde surge la Luz (“para cantar escucho el ritmo lento del silencio,/ para amar me sumerjo en el vacío”, dije en su momento). Recordemos, en principio, los orígenes de la Poesía como secreto extraviado o rito antiguo, ancestral, experiencia y testimonio ante la hoguera, recuerdo de una fe olvidada, derrumbada por la hostilidad del universo que nos circunda. Después de todo, reconozco que “yo desperté a la serpiente,/ yo vi temblar al unicornio,/ yo desaté al dragón enfurecido”.



lunes, 26 de septiembre de 2011

LA POESÍA DE RAÚL GARDUÑO

Por Óscar Wong


De acuerdo con Georg Lukács, el arte es la forma más rica de conocer por cuando busca interpretar correctamente la realidad, a partir de la observación profunda. Acaso por lo mismo la poesía requiere de un lenguaje metafórico, ideal para abarcar las diversas instancias de lo real. Imagen tras imagen, el poeta ofrece su visión del mundo; desde esta perspectiva, la obra de arte significa un estilo, una actitud frente a los acontecimientos. De lo contrario el artista miente al ofrecer un producto que de ninguna manera corresponde a su pensamiento, a su posición ideológica (y aquí es justo señalar que ideología representa un modo de ser, un estar, un poder social).
Para Raúl Garduño [1], la poesía representaba una serie de presagios, de símbolos y señalamientos que, de alguna forma, ocultaban esa otra realidad, acaso la más justa y perfecta: la de las esencias. Por ello, en si producción lírica, encontramos diversas características que confirman mi aserto: el tono recitativo, propio del canto, expresado mediante estructuras anafóricas, con apoyo de epítomes y reiteraciones. Cabe destacar, también, el símil y la metáfora que, utilizados en grado sumo, generaban esa eclosión del lenguaje, esa necesidad perentoria de signar a las cosas por su nombre esencial.
Desde su primera incursión en ese libro colectivo denominado Poesía joven de México[2], junto con Alejandro Aura, Leopoldo Ayala y José Carlos Becerra (también desaparecido), Garduño se adentró en ese tono órfico, casi mesiánico, que lo caracterizaba y significaba, elaborando ríos de imágenes, trasfondos luminosos de la otredad. Hacia 1973 el gobierno del estado de Estado de Chiapas editó el único libro individual que publicó en vida: Poemas [3]. En mayo de 1982, con una introducción de Francisco Alvarez. las autoridades chiapanecas, en su Colección Libros de Chiapas, publicaron un conjunto de poemas titulado Los danzantes espacios estatuarios[4]; la mayoría de estos trabajos líricos estaban inéditos –algunos requerían la mano correctora del autor- y otros fueron recogidos de alguna manera de revistas y suplementos. Básicamente, aquí se manifiestan las inquietudes espirituales del poeta, como son: el amor, la desaparición física constante en su obra, el qué y el por qué de su presencia y participación en el mundo. Y también su concepción estética: la poesía como un ritual rítmico, un cántico ceremonial, órfico.
Por otra parte, Elva Macías dio a conocer, en la colección Ceiba N° 12, bajo los auspicios de Fonapas-Chiapas, la segunda edición del único volumen individual de Raúl Garduño: Poemas. De hecho, esta obra fue preparada por el autor, quien agregó dieciséis textos inéditos, aunque respetando la estructura original. La novedad de este poemario estriba en la necesidad última del poeta por entregar otros contenidos bajo el rigor del soneto.
En efecto, Poemas[5], destaca por la excelencia expresiva de Garduño, típica en él, a pesar del condicionamiento métrico en esos nueve sonetos. Poemas, en esta segunda edición, destaca también por sus temas recurrentes: el mar, la mujer, la ciudad observada al través del ojo luminoso del idealismo, la obsesión de la muerte erigida por el lenguaje: “tumba”, “sepulturero”, “campanas” y “cadáveres”. Es decir, un discurso poético lleno de vaticinios.
En virtud de lo anterior, es evidente que inmerso en la sonoridad de la palabra, imbuido por los cuatro costados de esa fuerza volcánica, telúrica, Raúl Garduño se yergue en toda su potencialidad lírica desde sus primeros poemas. Como Sabines, como los poetas de “La espiga”, Garduño escribe sus poemas
:
            Buscándose en lo alto y lejano de su juego
            mientras contempla, caída cierta tarde,
            templos, sí, muros donde la razón cae vencida
            y todo es un espejo de luz”.

Nacido en México, D. F., en 1945, por sus orígenes familiares el poeta se consideraba oriundo de Comitán de Domínguez. En efecto, su obra lírica se identifica con las profundas serranías chiapanecas, agua y bosques, cálidos veranos. En su poesía confluyen los elementos naturales, “hojas francamente verdes” ¡y el mar! El erotismo amoroso, las ciudades y los barrios del pueblo confluyen en el recuerdo, en la muerte que golpea “el tanque de los astros”. Paisajes marítimos, de belleza cosmogónica, inundan sordamente los hallazgos líricos, los constantes deslumbramientos que configuran su sentimiento. Para Garduño la naturaleza es esencial, motor genérico y totalizador. Esta constante se repite a lo largo de su poesía:

            “Todo es una selva en guerra,
            un hundirse en la delicia,
            y no saber nada, ya no ignorar nada ...”

En ocasiones, su visión del mundo se materializa en una extraña simbiosis, aparentemente dicotómica: rayo-tiniebla, instante-mundo, recuerdo-olvido. Su lenguaje es rigurosamente expresivo, con la violencia natural de la vida que transcurre. Testigo de su tiempo, Garduño escribe una poesía conscientemente vigorosa, configurada por imágenes angustiadas, plenas, acendradamente maduras:

            “Nos sucede la cruz de los árboles veloces,
los amotinados asaltos
            a los más sobrios templos del corazón.
            Y andamos sin edad, casi apagados
            por la vendimia del alma en las ciudades.
            Y no sabemos nada.
            Ni nuestro canto un día”.

Como José Carlos Becerra, como Raúl Cáceres Carenzo, Garduño elabora su poesía en tanto instrumento de conocimiento. Método cognoscitivo que responde a su preocupación fundamental: el conocerse a sí mismo; La poesía como cosa para nosotros. En este orden de ideas, Garduño conoce las posibilidades de la polisemia, velo que esconde la verdadera expresividad. Por ello exclama:

            “Yo te mostraré el rumor,
            el ruido del desarraigo,
            las últimas noches de demasiada sobriedad
junto a Dios
            en el antiguo revés de esta misma palabra”[6].

Garduño falleció en 1980 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en plena madurez lírica. Su obra aún produce asombro por sus altas resonancias. Sus anáforas, epítomes y reiteraciones lo hermanan con José Carlos Becerra. Ambos se erigen en tanto profetas, aunque Garduño es más exaltado, más luminoso. En ambos prevalecen acentos trágicos. Los dos fallecen jóvenes, los dos se encuentran emparentados por el tono sublime del verso.







[1] México, D.F.; 1945- Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1980
[2] Siglo XXI Edit., Méx., 1967
[3] Gobierno del Estado de Chiapas, Colec. Chiapas, 119 pp
[4] Gobierno del Estado de Chiapas, Serie Básica, Tuxtla Gutiérrez, 108 pp
[5] 1982, 164 pp
[6] Todas las citas corresponden al libro Poemas, Gobierno del Edo. de Chiapas, 1973, 119 pp.

UNA ENTREVISTA WONGORIANA

1.- ¿Nombre completo?
_ Óscar Wong. Mi madre se apellidaba Ovando, pero firmo sólo con el apellido paterno

2.- ¿Cómo fue que le nació el gusto por la poesía?
- La verdad es que lo ignoro. Recuerdo que de pequeño guardaba los poemas que venían en las hojas desprendibles de los calendarios; tal vez ahí desarrollé el gusto por la poesía o me nació el impulso por formar antologías. O seguramente advertí que me agradaba la belleza al contemplar los ojos dulces de la niña rubia, que terminó siendo mi musa, La Musa. A veces hay que reinventar el pasado, o contemplarlo con los ojos que ya no existen. Contemplar el pasado es, a veces, volver al vacío, o reordenarlo y completarlo de otra manera.

3.- ¿Qué fue lo primero que escribió y en qué fecha?
- Es una pregunta que no puede responderse, o que alcanza varias vertientes. Por un lado ignoro si me preguntas qué escribí primero en forma profesional o lo que primero se me ocurrió. Y las fechas son demasiado inasibles, son gotas que se van desecando y a veces se congelan y terminan en la indiferencia. Aunque Cortázar decía que el tiempo es un bichito que anda y anda. Y a veces es aplastado por la impetuosidad de la vida, agregaría.

4.- ¿Cuántos libros tiene publicados?
- Pues tal vez una veintena, pero eso no es importante. Lo que realmente es válido es la emoción, ese escalofrío que recorre la columna cuando ya tienes el libro concretado y los ojos del lector, tú mismo, descorren el velo interior. La poesía es un eterno espejismo de emociones y locuras, que van eternizándose en la combinación de sílabas breves y largas. Es la imagen que revela el concepto, a través del silencio estremecedor, revelador.

5.- ¿Ha escrito algo sobre Chiapas, en especial de su tierra natal?
- Bueno, tengo algunos libros sobre la Nueva poesía de Chiapas (Edit. Katún, 1983), Chiapas. Nueva fiesta de pájaros (Edit. Praxis, 1997) y Chiapas. Dimensión social de la narrativa (Edaméx, 1989). Tengo inédito otro estudio crítico-antológico de la más reciente poesía chiapaneca

6.- ¿Ha escrito algo sobre Cantón, de donde es su padre?
_ Por supuesto. Unos dos cuentos y varios poemas que andan desperdigados en varios libros. Publiqué en el suplemento Arena, de Excélsior, un ejercicio narrativo donde evoco diversas ceremonias chinas. La presencia de mi padre ha sido recurrente.

7.- ¿Es casado?
_ No. Mi esposa falleció el 31 de octubre de 1986. Luego, en 1993, tuve una pareja, aunque todo concluyó hace unos 10 años. Si hay alguna Musa interesada e interesante, puede escribirme a mi correo electrónico (oscar_wong83@yahoo.com) o llamarme por teléfono. Si es de buen ver y de mejor acercar, qué mejor. Curiosas, absténganse.

8.- Si es casado, ¿qué piensa su esposa acerca de su oficio de la poesía?
_ Mi esposa creyó en mí. Me acompañaba a mis recitales y conferencias. En 1986, cuando murió, publiqué dos libros. Lamenté mucho que no los haya visto impresos. 

9.- ¿Tiene hijos?
_ Dos vástagos. El mayor tiene 35 años y está casado; tiene un niño, Liu, de 8 años de edad, y Liang, de 5. Dicen abuelo, en chino; saludan, etc. Mi hija tiene 33 años, estudia mandarín y desde el 8 de enero del 2011 ya es mamá de una bebé: Xiao mei Hua.

10.- ¿Qué piensan sus hijos de su oficio?
_ Pues habría que preguntarles a ellos, pero presupongo que les agrada. Mi hijo me ha acompañado a algunos eventos en el interior: dos veces a recibir premios. Mi hija fue conmigo a la recepción de un premio en tierra adentro y me auxilia en todo. En ocasiones van con los jóvenes de la Comunidad China de México e interpretan la danza del león en las presentaciones de mis libros.

11.- ¿Cuántos años vivió en Chiapas y por qué se fue?
- No me he ido de Chiapas. Es una presencia constante en mi poesía. A veces duele, pero, como explica Rosa Montero: “Las palabras son como peces abisales que sólo te enseñan un destello de escamas entre las aguas negras”. Eso también es el amor. O el dolor por la tierra.

12.- ¿Ha sido difícil desenvolverse como poeta?
- Por supuesto. La vida implica sufrimiento, padecer la hostilidad del mundo. O contemplar  y sentir el ansia, el deseo de estar vivo. El poeta vive intensamente. Puede ofrecerte el Cielo. O el Infierno. Creo que por eso se acuñó esa tríada irlandesa del siglo XI: “Es mortal mofarse de un poeta, amar a un poeta, ser un poeta”.

13.- ¿Se le dificultó publicar su primer libro?
_ No, definitivamente. En 1974 un amigo, Roberto Fernández Iglesias, panameño avecindado en Toluca, estado de México, me solicitó un volumen el cual apareció el 4 de octubre de 1974, fecha en que el pueblo donde nací  festeja el culto a San Francisco de Asís, el llamado Juglar de Dios, aunque yo recibí mis primeros ejemplares diez días más tarde.   Por eso el 14 de octubre del 2004 festejé mis primeros 30 años como escritor en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. El libro se titula Eso que llamamos poesía. Y fue de ensayos, no de poesía.

14.- ¿Qué piensa acerca de la piratería de libros y cómo lo afecta a usted en particular?
_ La piratería también se establece cuando los ejemplares se fotocopian. En México es una práctica muy difundida. Claro que afecta. Si cuando se firma el contrato los editores establecen un monto de 10, 12 por ciento sobre las ventas (Edaméx ofrece el 7 por ciento), pagaderos cada seis meses... claro que afecta.

15.- ¿Tiene descendencias que lo impulsaron a ser poeta?
- Bueno, mis descendientes, mi hijo el mayor, publicó un par de poemas en una antología cuando era niño. Pero sospecho que te refieres a mi ascendencia. No, nadie que yo sepa tuvieron interés en la literatura. Ni mis padres ni mis abuelos. Y de hecho buscaron desalentarme.

16.-¿Cómo ve la poesía en Chiapas?
- Tengo muchas amistades que me mantienen en contacto con lo que se produce en la entidad. Me envían libros, me informan. La poesía chiapaneca va caminando, aunque en lo personal no veo a nadie con estatura nacional. Después de Efraín Bartolomé, sospecho que el venero está agotándose. Tal vez Gustavo Ruiz Pascacio y Roberto Rico tengan la estatura, sin soslayar a Uvel Hernández. O Mario Nandayapa... si no se llena la cabeza de humo y se pone en guardia contra él mismo. Por supuesto que hay más jóvenes, por eso sugiero que los lectores aguarden mi nuevo libro.

17.- ¿Hay talentos suficientes en Chiapas para hacer buena poesía?
- Donde menos se espera salta la liebre, o conejos, si son tuxtlecos. Sí, hay talento, pero aún no les dicen qué es Poesía ni tienen los arrestos suficientes como para reflexionar sobre el concepto de verso. Un buen taller hace falta, pero que no dependa de esos autores políticos, amontonados o amotinados. Ya es tiempo de sacudirse la mala influencia. Son  seis sexenios. Y así no puede haber crecimiento .

18.- ¿Cree que hay en general apoyo suficiente para los jóvenes poeta y para los veteranos?
- Tengo entendido que hay becas estatales. Habría que preguntarle a quienes radican en la entidad. Te recuerdo que resido en los territorios del pejerredismo, en esta ciudad de México no en los dominios del pariente de Sabines.

19.- ¿Alguna anécdota que recuerde chistosa o no, con respecto a su oficio como poeta?
- Ups, hay muchas, pero luego se enojan las amistades. Además... bueno, sí, fue hace muchos años, mi hijo tenía unos 4 o 5 años y yo iba a participar en una lectura en el Instituto Politécnico Nacional. Arriba, en el estrado, se encontraban Efraín Huerta, Elías Nandino, en fin, poetas importantes. Leyó Enrique González Rojo un poema sobre José Revueltas. Unas líneas hablaban de unos perros. Yo estaba en la primera fila con mi primogénito; a mi lado mi esposa sostenía a mi hija más pequeña; de pronto mi hijo se desprendió de mis brazos y cuando quise reaccionar ya estaba arriba, dándole la mano a González Rojo y diciéndole: “Oye, me gustó mucho tu poema de los perros”. Yo estaba apenado, Enrique se volvió al público y preguntó que de quién era el pequeño. Cuando levanté la mano él exclamó: “Por supuesto, tenía que ser hijo de un poeta”.

20.- ¿Cómo pueden ustedes los poetas llamar la atención de los jóvenes especialmente?
- Ah, caray. Llamar la atención de los jóvenes. No lo sé. El Instituto Nacional de Bellas Artes tenía, o tiene, un programa donde los escritores leen a los jóvenes de secundaria o de preparatoria. Creo que por ahí está la clave: pensar en el vínculo de la educación formal con la cultura.

21.- Después de 30 años, ¿Cómo ve la poesía?
- Me sigue impactando el silencio que impacta a las palabras, esa sonoridad que termina por llenar vacíos existenciales, espirituales. El terror y la belleza conciliándose en ese territorio luminoso, en ese espacio donde el Silencio termina por demolerte, eternizándose, eternizándote.

22.- ¿Cuál es el poema escrito por usted que más le gusta y por qué? (Ojalá pueda escribirme un fragmento de él)
_ Hay una serie de cantos que me agradan. Ignoro cuál sea el mejor. Me encanta la “Cantiga para la hermana Esther”. O “Piedra que germina”, que se encuentra en el poemario Razones de la voz y que le escribí a una auténtica coleta. Unos versos precisan:
Amada Reina del Valle de Jovel,
la del Rostro Dulcísimo y Terrible,
sé que vienes de donde crecen los manzanos
y que en tus ojos anidan las colmenas.

Ay cuánta miel derramándose en el iris
y cuánta perfección en tu figura.

Que el oro de mis besos te sostenga.
Que la roca de mi canto te consagre).

23.- ¿Cuántos poemas ha escrito, aproximadamente?
_ No cuenta el número de poemas, sino la intensidad. Y nunca los cuentos, créeme. En más de 30 años de trabajo he tirado muchos.

24.- ¿Algo más que quiera agregar?
- Pues agradecer la entrevista y comentar que un día volveré a Comitán. Viviré ahí. Me siento muy identificado con esa tierra prodigiosa. Espero que alguna musa “cotzitía”, menudita y de ojos verdes prepare sus maletías. Yo estaré encantado, por supuesto.




STONE THAT GERMINATES

 

After you looked at me,

You left inside me such grace and beauty.

                San Juan de la Cruz

 

 

Like quickened lightning

Love alights.

With its claws it opens

Furrows in the land.

 

And the moss grows,

The pale lime, the tree

revered by the tribe.

 

And tenderness grows

astride the dawn.

 

And the day’s full heart surges

Like a thick whispering

from the rock.

And the ocean begins

An impestuous sacred dance.

‘Tis here the splendor is reborn.

 

If you fixed your eyes in my eyes

If you fixed your lips on my lips

If your mouth were a stinging bee

Or a hungry needle delving into the blood.

Were you to settle down, thirsty, between my legs,

I would love you throughly, blindly, tenderly,

Like someone who peeks at the world for the first time

Like someone who for the first time

Tears a violet apart.

 

All things run ablaze if I look at you.

All the stones germinate if I look at you.

 

Like a dizzying bird song you arrive

and I drink from your presence as from a stream

with trees bending over it.

Like some seductive slow-motion dance,

Like fertile dew upon the sand,

Like the chastity of the saint singed

by the soft perfection of the figure

immaculate you come.

What difficult work is yours, Beloved: to be beautiful.

The crow’s crowing stirrs me,

Pegasus’ flight enthralls me,

The trilling of your voice is all I need.

 

Without you, tender bee, the Universe lacks all meaning.

Like a fierce patriarch I carry on,

Like some wise prophet I prophane you.

 

Beloved Queen of the Valley of Jovel,

The one with the Sweetest and most Terrible Countenance,

I know you come from the land where apple trees grow

And that in your eyes beehives cluster.

Oh so much honey overflowing the iris.

And such perfection in your figure.

 

May the gold in my kiss sustain you.

May the rock in my song consecrate you.

 

YOU WILL NOT BE OVERCOME by death.

The damned stench of the tomb will never be your lot

even were the laws that rule the flower,

the unbending wheel of summer, slide

and damage and stall your beauty.

 

Gazelle, stork or doe

like a tender mother I shelter you,

yet tremble should a stark blow

from reality strike at you.

 

I conjure the presence of what is eternal.

Brilliant teardrop from the sun:

I have awakened the serpent.

I have seen the trembling of the Unicorn.

I have set the raging Dragon free.

 

Fragile, disturbed,

in order to sing I follow the slow rhythms of silence.

To love I submerge myself into the void.

Who says that terror will consume you?

From the highest sphere I deliver

My voice unto the ocean.

 

And I throb

and my hair stands on end

and I consecrate myself

blind.

 

I make the murky afternoon murkier.

 

The heart houses roses, sour stumps,

Bitter jaws that devour

It is equally as well a raucous fist.

 

But I give myself to you like some thirsty conk-shell.

Delirium, purified flame that throbs,

what do the blind do when faced with the Light?

 

I bend over, weak blade of grass, if you look at me.

My heart is shipwrecked by a sudden wave.

A resounding blaze at noon you are,

tenderness sand made moist.

 

 

Óscar Wong

 

México-Tenochtitlan, Jan. 5, 1998.

 

 

(From Razones de la voz, CNCA, Colec. Práctica Mortal, Méx., 2002, 73 pp.)

 

Traducción de Sylvia María Valls